Hay varias cosas a las que les tengo verdadero horror, además de la estupidez, a los blatodeos, mejor conocidos como cucarachas. No sé en qué momento de la vida de un ser humano estos bichos se convierten en una aversión asquerosa que ni con el poder de un zapato nos atrevemos a matar.
En mi memoria tengo dos recuerdos terribles que tienen que ver con cucarachas. El primero fue por allá del año 1991 o 1992, algo por ahí (me acuerdo porque tengo una foto del evento y usaba mis primeros lentes para la miopía), en la boda de mi primo.
Como se casó bajo la religión bautista, la boda fue tremendamente "sencía" y la recepción una tortura; no servían ni alcohol, ni había música para bailar. Boda sin música y sin alcohol, se convierte en velorio. Todo mundo aburrido, criticando y sin poder decir nada jocoso con temor a ofender a la familia del difunto.
Lo más memorable de esa boda fue precisamente el ataque de las cucarachas voladoras asesinas que inició durante el postre. La boda fue en un jardín abierto en el caluroso e infame Monterrey, donde no hay otra que soportar los insectos y bichos que salen a hacer sus joterías a cuarenta grados centígrados a la sombra.
A la hora de servir el pastel, mi papá tenía una cucaracha en la solapa y fue tal el grito que dio mi madre, que lo único que vi fue como mi papá se paraba y aventaba, eso sí con mucho estilo, la cucaracha a la señora de enfrente y a la cuál le fue a caer en el betún del pastel. Ya no hubo tiempo de hacer más porque como por arte de magia empezaron a dejarse caer como pilotos kamikaze, una horda de cucarachas católicas sobre todos los invitados, quienes terminamos, yo incluído, arriba de las sillas pidiendo ayuda a la Guardia Nacional. (Digo yo que católicas porque le pusieron sazón al bodrio de boda, si hubieran sido bautistas ni se hubieran inmutado).
La otra asquerosa experiencia tuvo lugar en Guasave, Sinaloa. ¿Qué no conoce usted Guasave? Es la cuarta, sí, la cuarta ciudad en importancia del Estado de Sinaloa, cómo la ven. Un lugar donde no hay absolutamente nada que hacer mas que "agarrar el pedo", tanto que hasta las cucarachas son borrachas.
Llegué a Guasave una calurosa tarde de Semana Santa y me instalé en casa del Güerito Zazueta, ese acérrimo rival mío, quien huyó a mejor vida y se instaló en Barcelona, donde lleva diez años queriendo hablar como Paulina Rubio. Pues nada, ya en casa del Güerito decidí tomarme un baño para desempolvarme. Al momento de abrir la llave de la regadera y tan pronto como el agua empezó a mojar el tubo del desagüe, una horda de cucarachas sinaloenses, como quince no miento, decidieron salir del drenaje, y recibirme cantando "El Sinaloense".
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Güeroooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
-¿Qué quieres Gall...LORENAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
Más rápido que la luz, el Güero estaba trepado arriba del escusado gritándole a su hermana.
-¿Qué les pasa, par de coyones...?
Yo semidesnudo cubierto con una toalla y el Güerito trepado arriba de un escusado, era para dar mucha, mucha pena.
-Las cucas, Lorena, las cucas...
-A ver voy por la escoba
No sé en qué momento la maternidad cambia los instintos de las mujeres, a algunas, y las hace omnipotentes ante el poder de una cucaracha.
SPLAT. Muertas todas bajo el poder de la escoba y las chanclas de Lorena.
* * *
La semana pasada hacía mi equipaje regresando de México. A la hora de cerrar la maleta me di cuenta que tenía una polizonte a bordo. Una asquerosa cucaracha, de esas gordotas y con el vientre lleno de rayas.
Lentamente decidí ir por la escoba y el RAID matabichos infalible. Como por arte de magia, la cucaracha, a quien bautizé con el nombre de "Rosario", presintió que algo no olía bien y decidió meterse entre mi ropa sucia y los "souvenirs". Generalmente cuando les agarró cariño a los bichos, los bautizo. En ese mismo viaje memorable a Guasave, me enfermé de amibiasis y tuve tres hermosas amibas en mi estómago: Macarena, Sandra y Paola, muertas por causa de un antibiótico. En este caso fue más mi pereza de voltear toda la maleta de cabeza, por encima de mi terror, que decidí traerme a Rosario de regreso. Cerré el equipaje y le puse candado.
Vamos a ver si la despresurización del avión no te mata, chiquita.
Durante el trayecto al aeropuerto no dejába de pensar en Rosario y lo que debía estar sintiendo atrapada entre mi ropa interior sucia y las bolsas de caramelos de miel que le llevaba a un colega de trabajo. Ojalá te mueras, maldita.
No hubo contratiempo alguno, incluso les pedí a los del equipaje que tuvieran cuidado con la maleta, a la cual le puse un letrero de "frágil", así que de sobrevivir Rosario al trayecto encontraría un fin terrible en estas tierras canadienses.
Al llegar a la aduana por primera vez en la vida hubiese querido que me revisaran el equipaje.
-¿Algo que declarar?
Una botella de tequila, unas aguas de horchata, un queso para rellenar y una cucaracha
-Nada oficial
-Pase, por favor y bienvenido de regreso.
Acto seguido puso un extraño jeroglífico en rojo sobre la declaración de aduana. Nunca putas sé que significan esos códigos aduanales. Si te ponen una arroba, es como decir "no hay pedo, este es de fiar"; si te ponen una palomita, quizás quiere decir "aguas este tiene pinta de narco, revísale el equipaje". Yo como me parezco a Iker Casillas, nunca tengo problemas para pasar a ningun lado, es verdad. En México me gritaban "España, España..." y yo pues les decía: "caaaaamisa blanca de mi esperanzaaaa".
Pero bueno no me desvío, yo me moría porque me abrieran el equipaje por mi cara de sospechoso y que a la hora de esculcar mi ropa les brincara Rosario directo a la yugular.
Ahórcalos Rosario, ahórcalos, hehehehhehhee
Pero no.
Llegué a casa y entre el gato, La Costilla y yo abrímos la maleta como si se tratara de una bomba empaquetada y decidímos darle muerte a Rosario. Pero Rosario nunca apareció. No sé si se perdió en el autobús rumbo al aeropuerto, si se bajó en el carrusel de maletas, si se quedó en el 767 de Air Canada husmeando por ahí o si de plano murio ahogada entre los tufos de mi ropa sucia.
Ya murió la cucaracha
ya la llevan a enterrar,
entre cuatro zopilotes
y un ratón de sacristán.
La cucaracha, la cucaracha....