sábado, 11 de septiembre de 2010

Historias de Blatodeos

Hay varias cosas a las que les tengo verdadero horror, además de la estupidez, a los blatodeos, mejor conocidos como cucarachas. No sé en qué momento de la vida de un ser humano estos bichos se convierten en una aversión asquerosa que ni con el poder de un zapato nos atrevemos a matar.

En mi memoria tengo dos recuerdos terribles que tienen que ver con cucarachas. El primero fue por allá del año 1991 o 1992, algo por ahí (me acuerdo porque tengo una foto del evento y usaba mis primeros lentes para la miopía), en la boda de mi primo.

Como se casó bajo la religión bautista, la boda fue tremendamente "sencía" y la recepción una tortura; no servían ni alcohol, ni había música para bailar. Boda sin música y sin alcohol, se convierte en velorio. Todo mundo aburrido, criticando y sin poder decir nada jocoso con temor a ofender a la familia del difunto.

Lo más memorable de esa boda fue precisamente el ataque de las cucarachas voladoras asesinas que inició durante el postre. La boda fue en un jardín abierto en el caluroso e infame Monterrey, donde no hay otra que soportar los insectos y bichos que salen a hacer sus joterías a cuarenta grados centígrados a la sombra.
A la hora de servir el pastel, mi papá tenía una cucaracha en la solapa y fue tal el grito que dio mi madre, que lo único que vi fue como mi papá se paraba y aventaba, eso sí con mucho estilo, la cucaracha a la señora de enfrente y a la cuál le fue a caer en el betún del pastel. Ya no hubo tiempo de hacer más porque como por arte de magia empezaron a dejarse caer como pilotos kamikaze, una horda de cucarachas católicas sobre todos los invitados, quienes terminamos, yo incluído, arriba de las sillas pidiendo ayuda a la Guardia Nacional. (Digo yo que católicas porque le pusieron sazón al bodrio de boda, si hubieran sido bautistas ni se hubieran inmutado).

La otra asquerosa experiencia tuvo lugar en Guasave, Sinaloa. ¿Qué no conoce usted Guasave? Es la cuarta, sí, la cuarta ciudad en importancia del Estado de Sinaloa, cómo la ven. Un lugar donde no hay absolutamente nada que hacer mas que "agarrar el pedo", tanto que hasta las cucarachas son borrachas.

Llegué a Guasave una calurosa tarde de Semana Santa y me instalé en casa del Güerito Zazueta, ese acérrimo rival mío, quien huyó a mejor vida y se instaló en Barcelona, donde lleva diez años queriendo hablar como Paulina Rubio. Pues nada, ya en casa del Güerito decidí tomarme un baño para desempolvarme. Al momento de abrir la llave de la regadera y tan pronto como el agua empezó a mojar el tubo del desagüe, una horda de cucarachas sinaloenses, como quince no miento, decidieron salir del drenaje, y recibirme cantando "El Sinaloense".
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Güeroooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

-¿Qué quieres Gall...LORENAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!

Más rápido que la luz, el Güero estaba trepado arriba del escusado gritándole a su hermana.

-¿Qué les pasa, par de coyones...?

Yo semidesnudo cubierto con una toalla y el Güerito trepado arriba de un escusado, era para dar mucha, mucha pena.

-Las cucas, Lorena, las cucas...

-A ver voy por la escoba

No sé en qué momento la maternidad cambia los instintos de las mujeres, a algunas, y las hace omnipotentes ante el poder de una cucaracha.

SPLAT. Muertas todas bajo el poder de la escoba y las chanclas de Lorena.

* * *

La semana pasada hacía mi equipaje regresando de México. A la hora de cerrar la maleta me di cuenta que tenía una polizonte a bordo. Una asquerosa cucaracha, de esas gordotas y con el vientre lleno de rayas.

Lentamente decidí ir por la escoba y el RAID matabichos infalible. Como por arte de magia, la cucaracha, a quien bautizé con el nombre de "Rosario", presintió que algo no olía bien y decidió meterse entre mi ropa sucia y los "souvenirs". Generalmente cuando les agarró cariño a los bichos, los bautizo. En ese mismo viaje memorable a Guasave, me enfermé de amibiasis y tuve tres hermosas amibas en mi estómago: Macarena, Sandra y Paola, muertas por causa de un antibiótico. En este caso fue más mi pereza de voltear toda la maleta de cabeza, por encima de mi terror, que decidí traerme a Rosario de regreso. Cerré el equipaje y le puse candado.

Vamos a ver si la despresurización del avión no te mata, chiquita.

Durante el trayecto al aeropuerto no dejába de pensar en Rosario y lo que debía estar sintiendo atrapada entre mi ropa interior sucia y las bolsas de caramelos de miel que le llevaba a un colega de trabajo. Ojalá te mueras, maldita.

No hubo contratiempo alguno, incluso les pedí a los del equipaje que tuvieran cuidado con la maleta, a la cual le puse un letrero de "frágil", así que de sobrevivir Rosario al trayecto encontraría un fin terrible en estas tierras canadienses.

Al llegar a la aduana por primera vez en la vida hubiese querido que me revisaran el equipaje.

-¿Algo que declarar?

Una botella de tequila, unas aguas de horchata, un queso para rellenar y una cucaracha

-Nada oficial

-Pase, por favor y bienvenido de regreso.

Acto seguido puso un extraño jeroglífico en rojo sobre la declaración de aduana. Nunca putas sé que significan esos códigos aduanales. Si te ponen una arroba, es como decir "no hay pedo, este es de fiar"; si te ponen una palomita, quizás quiere decir "aguas este tiene pinta de narco, revísale el equipaje". Yo como me parezco a Iker Casillas, nunca tengo problemas para pasar a ningun lado, es verdad. En México me gritaban "España, España..." y yo pues les decía: "caaaaamisa blanca de mi esperanzaaaa".

Pero bueno no me desvío, yo me moría porque me abrieran el equipaje por mi cara de sospechoso y que a la hora de esculcar mi ropa les brincara Rosario directo a la yugular.

Ahórcalos Rosario, ahórcalos, hehehehhehhee

Pero no.

Llegué a casa y entre el gato, La Costilla y yo abrímos la maleta como si se tratara de una bomba empaquetada y decidímos darle muerte a Rosario. Pero Rosario nunca apareció. No sé si se perdió en el autobús rumbo al aeropuerto, si se bajó en el carrusel de maletas, si se quedó en el 767 de Air Canada husmeando por ahí o si de plano murio ahogada entre los tufos de mi ropa sucia.

Ya murió la cucaracha
ya la llevan a enterrar,
entre cuatro zopilotes
y un ratón de sacristán.

La cucaracha, la cucaracha....

jueves, 2 de septiembre de 2010

Adiós Charro Negro

SUFRO.

Así muchas veces iniciaba su columna Germán Dehesa. El pasado 23 de agosto, mi muso inspirador, a quien debo mi incipiente blog y mi necedad de algún día ser escritor, anunciaba en su columna para sorpresa de propios y extraños, que tenía cáncer; para sorpresa de todos, muy avanzado. Hoy descansa el Charro Negro.

Curiosamente, nunca lo conocí en persona, bueno, más allá de verlo en la "Feria del Libro" desde atrás de las filas pero sí le escribí un par de veces por "e-mail". El cabrón me contestó siempre.


La introducción más estúpida que se me ocurrió para romper el hielo, fue platicarle que una gran amiga mía, Chelito, se le aventó encima y a la yugular estando él en el aeropuerto de la ciudad de México, cómodamente platicando con Arturo Pérez-Reverte.

"Por supuesto que me acuerdo de ese momento, y me acuerdo de tu amiga, así son las viejas" , respondió.
Creo que el destrozado ego de Arturo Pérez-Reverte tampoco olvida el haber sido ignorado completamente durante el ataque de mi amiga, la fanática "Dehesiana".


"Nunca dejes de escribir" -terminó su "e-mail"-.


Ahora siento como si se hubiera acabado una larga serie de historietas donde ya no podré saber qué sucede con la vida de los personajes principales. Todos los que rodeaban a diario a Germán.


Ya no sabré que pasará con la fiel "Fita", cocinera, famulla y confidente; "El Bucles", Andrés el hijo menor, quien adoraba ir a ver jugar a los Pumas al Estadio Universitario; "La Hillary" y/o "La Rubia Misteriosa", quien nunca supe si ambas eran la misma persona, una era su esposa y/o la asistente; Arturo Montiel, ex-gobernador del Estado de México, el acérrimo rival a quién Dehesa siempre acusó de ratero y pillo religiosamente en todas sus columnas (ese sabemos que siempre quedará libre disfrutando de sus propiedades en Andalucía); ¿Quién cuidará de la casa de piedra y flores?, ¿Quién seguirá con la "Operación Cobija" cuando haga frío en la Ciudad de México? y el HOY TOCA...

Antes de cerrar la entrada debo anexar, y si me permiten, por lo largo, un fragmento de la anécdota, mi predilecta del Charro Negro, "Huevos Tibios".

Así llegamos al sábado pasado. Desperté tarde y con el ánimo nublado por el malestar bronquial que me aqueja. En un acto claro de regresión, pensé que sería deseable desayunar un par de huevos tibios como aquellos que mi madre me recetaba en la azul infancia. Fita se materializó al pie de mi camota y me dijo: ¿qué va a desayunar? Jugo, yogur, café y un par de huevos tibios de cuatro minutos. Fita cayó en un abismo de perplejidad. ¿Qué pasa?... Es que no sé lo que es eso de huevos tibios. ¡Señor del Coromoto!, no puede ser que no sepa. Pus no sé. Imagínenme, lectores preciosos, dando clases de cocina. Mire, Fita, pone agua a hervir; ya que está hirviendo, deposita ahí dos huevos. ¿Con cascarón o sin cascarón? Fita, la amo, pero no sea acémila: ¡claro que con cascarón! ¡Ahhh!, lo que usted quiere es que se los cosa. Fita, si usted me los cose, los alaridos se van a oír en Tepeji del Río; lo que quiero es que me los cueza. Puseso, pero a eso en mi tierra se le nombra huevos cocidos. Fitita: eso depende de cuánto tiempo los deja en el agua; yo sólo quiero que los deje cuatro minutos. ¿Los echo así en el agua hirviendo? Sí. ¿Y no salen disparados? Ojalá, pero no. ¿Y los saco y se los traigo? No, bien mío, los partes con cuidado y me traes sólo lo de adentro. Este drama ovopedagógico se llevó una buena media hora. El resultado fue más bien horrible, pero en los ojos de Fita la llama del aprendizaje refulgía intensamente.


Y cómo dijo Dehesa: ¡Chicos y chicas: hay que salir a vivir!


Descanse en Paz.